Por José María Klappenbach
Sacerdote
No estamos habando de rock. A partir de ahora también de los dos
Papas que fueron canonizados juntos. Todos sabíamos que Juan XXIII
y Juan Pablo II eran santos. En ambos casos, al morir, la gente
clamó exigiendo el “santo súbito”: no demoren, no hay dudas, todos
sabemos que son santos.
Ambos eligieron llamarse Juan, que quiere decir “el fiel a Dios”.
Vaya si hicieron honor a su nombre. Fueron los más fieles. El
nombre rememora a dos Juanes: El Bautista, el Precursor, primo de
Jesús; y el otro Juan, el apóstol adolescente, el único que lo
acompañó en la Cruz -junto a la Virgen- “el discípulo al que Jesús
amaba“, dice el Evangelio.
Este nombre también nos habla de la maravillosa continuidad que se
da en la Iglesia: el Papa polaco eligió su nombre continuando lo
que había hecho su antecesor, Albino Luciani, que a su vez lo hizo
en honor de Juan XXIII y de Paulo VI.
Más allá de los calificativos de reformista o conservador, más
allá de cualquier encasillamiento, los papas nos muestran la
continuidad de la Iglesia; de distinto origen, de distintas
personalidades, pero ambos fieles, ambos santos. Y continuidad en
la santidad también.
El “Papa bueno”, como se lo llamaba a Juan XXIII, fue un pontífice
que sorprendió al mundo y a la propia Iglesia al convocar el
Concilio Vaticano II, destinado a adaptar el mensaje cristiano al
mundo actual. Fue un Papa cercano y sencillo.
Conocido por su buen carácter, las anécdotas de su vida se
suceden. Una vez, cuando tuvo que posar para una fotografía
oficial, el Papa se encontraba incómodo. En un momento dado le
dijo a uno de sus acompañantes: “Dios sabía hace 77 años que algún
día yo sería papa. ¡Ya podría haberme hecho algo más fotogénico!”.
Juan Pablo II también era bueno. Vaya si hay que ser bueno para
perdonar rápidamente al que intentó matarlo. Tan bueno que no dudó
en subirse a un avión y venir un par de días a mimarnos cuando en
1982 estábamos enfrascados en la Guerra de Malvinas.
Ambos Papas llegan a la canonización gracias a nuestro querido
papa Francisco, con quienes muchos lo comparan. A él también le
tenemos que estar agradecidos porque nos regaló dos nuevos santos.
Hagamos por Francisco lo que siempre nos pide: recémosle a San
Juan XXIII y a San Juan Pablo por él. Para que sea tan bueno como
ellos.